LA «REVUELTA DEL HOMBRE BLANCO» ANTE LA DISOLUCIÓN DEL VIEJO ORDEN SOCIAL*

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Acto neonazi en Jackson County, Kansas City (foto de Reuters, publicada por El Confidencial).

¿INFLUYE EL GÉNERO EN EL VOTO A LA ULTRADERECHA? El análisis del electorado de los partidos de ultraderecha ofrecía inicialmente resultados asimétricos en relación a los partidos ecologistas o de izquierda libertaria: en los primeros estaban sobrerrepresentados los hombres, y en el segundo, las mujeres, las cuales -en general- han sido reacias a votar a la ultraderecha.[i]

Por esta razón se ha considerado que el nuevo extremismo de derecha expresa en parte una “revuelta del hombre blanco” [white male revolt].[ii] Esta expresión plasmaría una crisis de identidad masculina que llevaría a los votantes varones a identificarse con los partidos de este ámbito.

Una visión tradicional del rol de la mujer

Tal adhesión coincidiría con una extrema derecha que en los años ochenta y noventa del pasado siglo reivindicó una visión tradicional y orgánica de la familia (para el FN constituía la “célula base de la sociedad”) y que comportaba la pervivencia de los roles tradicionales de los hombres y las mujeres.[iii]

El difunto líder del Partido de la Libertad de Austria [FPÖ], Jorg Haider, fue explícito al respecto: afirmó que “las mujeres no deben inmiscuirse en las profesiones de sus maridos” y que debían ser el centro del hogar, ya que “la familia y los niños tienen prioridad”.[iv] El predominio del voto masculino ultraderechista ha continuado, siendo avasallador en el caso de la formación griega Amanecer Dorado [AD], que según una encuesta del 2012 solo tenía un 24% de voto femenino.[v]

Actualmente las mujeres también votan a la ultraderecha

Sin embargo, esta tendencia no es inamovible. Lo ha demostrado la evolución reciente del FN al captar un electorado femenino significativo bajo el liderazgo de Marine Le Pen, en sintonía con su imagen de mujer joven (nació en 1968) y activa, dos veces divorciada y con puntos de vista más modernos en temas como el aborto, la familia o la homosexualidad, señala Nonna Mayer. Para esta politóloga, el flujo de voto masculino al partido había tenido una «dimensión de revancha antifeminista», al percibir sus votantes las reivindicaciones emancipadoras de la mujer como una amenaza a la supremacía masculina.

affiche-de-marine-le-pen-une-autre-voixNo obstante, subraya que el FN «marinista» ha ganado un voto femenino que casi equilibró al masculino en el primer turno de las elecciones presidenciales del 2012 (el primero representó un 17.5% del voto total, y el segundo, un 19%) y que refleja una adhesión más profunda al partido que la de los hombres. Según Mayer, esta feminización del lepenismo obedecería a dinámicas diversas: el mencionado liderazgo de Marine, la aversión creciente al Islam (que habría supuesto un declive del catolicismo y del feminismo como muros de contención del voto frentista) y la transformación de la estructura socioeconómica, que ha conformado un sector laboral femenino sometido a duras condiciones laborales.

De esta manera, un 40% de las votantes frentistas serían empleadas del ámbito comercial (como cajeras de supermercado o vendedoras) y encarnarían «un proletariado poco representado, poco conocido, mal pagado, cuyas condiciones de precariedad nada tienen que envidiar a las de los obreros». Se da así la paradoja de que el «marinismo» obtiene el mayor porcentaje de voto obrero masculino entre trabajadores cualificados, y el mayor porcentaje de voto femenino entre las trabajadoras no cualificadas.[vi]

Un voto de género ante la crisi del mundo industrial

El ocaso del viejo mundo industrial, pues, ha comportado una disolución de la sociedad patriarcal y la dilución de fronteras entre roles masculinos y femeninos. En este escenario, la ultraderecha ha podido acaudillar un voto de protesta obrero masculino ante estas nuevas coordenadas, aunque el caso de Francia revela que también puede conquistar el sufragio obrero femenino con un nivel próximo a la paridad de género.

Notas

[i] Sobre esta compleja cuestión, véase Givens, Terry E.. 2004. «The radical right gender gap», Comparative Political Studies 37 (1): 30-54.

[ii] Merkl, Peter H. 1997. “Introduction”. A Peter H. Merkl y Leonard Weinberg eds. The Revival of Right-Wing Extremism in the Ninetie. Londres y Portland: Frank Cass, p. 5.

[iii] Sobre esta cuestión, véase Durham, Martin 1998. Women and fascism. Londres/Nueva York: Routledge, especialmente pp. 74-94; De Leeuw, Jo y Hedwidge Peemans-Poullet, coords. 1995. L’extrême droite contre les femmes. Bruselas: Editions Luc Pire.

[iv] Luverà, Bruno. 2000. Il Dottor H. Haider e la nuova destra europea. Turín: Einaudi, p. 146.

[v] Georgiadou, Vassiliki. 2013. “Right Wing Populism and Extremism: The Rapid Rise of ‘Golden Dawn’ in Crisis-Ridden Greece”, A Ralf Melzer y Sebastian Serafin, eds. Right-Wing Extremism in Europe, Country Analyses, Counter-Strategies and Labor-Market Oriented Exit Strategies, Berlín Forum Berlin/Politischer Dialog: pp. 94-95.

[vi] Mayer, Nonna. 2015. «Le plafond de verre électoral entamé, mais pas brisé» A Sylvain Crépon, Alexandre Dézé y Nonna Mayer dirs. Les faux-semblants du Front National. Sociologie d’un parti politique, París: Presses de Sciences Po: pp. 299-321.

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* Fragmento de nuestro estudio  ¿Por qué los obreros apoyan a la ultraderecha? Diez reflexiones para elaborar una respuesta, accesible en PDF clicando aquí.

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