ENTREVISTA A MARCEL FARINELLI (1): «CÓRCEGA Y CERDEÑA FORMAN UN ARCHIPIÉLAGO INVISIBLE AL TENER SUS ISLAS NACIONALISMOS DE SIGNO OPUESTO»

 

Farinelli

Marcel A. Farinelli.

CÓRCEGA Y CERDEÑA SUELEN SER ANALIZADAS COMO REALIDADES DISTINTAS, SIN EMBARGO FORMAN UNA SOLA Y ELLO SE HA PLASMADO EN LA EVOLUCIÓN DE SUS RESPECTIVOS NACIONALISMOS. El historiador sardo Marcel A. Farinelli (l’Alguer, 1978)  lo ha analizado de modo amplio y con brillantez en su reciente tesis doctoral leída en la Universidad Pompeu Fabra titulada Un Arxipèlag invisible : la relació impossible de Sardenya i Còrsega sota nacionalismes, segles XVIII-XX (2013).

9788492758784_L38_04_h.smallIgualmente, Farinelli, licenciado en Historia Contemporánea en la Università degli Studi di Firenze, ya había mostrado su capacidad investigadora en un más que interesante estudio sobre el fascismo en l’Alguer que desde aquí recomendamos: El feixisme a l’Alguer (2010). Este tema, además, lo aborda en la segunda parte de esta entrevista. Quienes deseen conocer sus reflexiones pueden seguirle en su blog.

Por nuestra parte, le agradecemos su ambilidad y generosidad al repsonder a nuestra cuestiones por email.

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Sostiene en su tesis que Córcega y Cerdeña forman un «archipiélago invisible». ¿Qué quiere decir con esta expresión?

Un archipiélago es un hecho geográfico muy evidente: dos o más islas que distan entre si unos pocos kilómetros o un tiempo muy corto de navegación forman un único conjunto. Entre Córcega y Cerdeña hay unos escasos 12 kilómetros, y no obstante, nadie “ha visto” el archipiélago, por el mero hecho de que aquí se han desplegado nacionalismos opuestos. El brazo de mar que separa las dos islas es una frontera entre Italia y Francia, frontera que ha sido caliente en diversas ocasiones. Entre los años ochenta del siglo XIX y el final de la Segunda Guerra Mundial estos dos países han estado continuamente enfrentados por ganar un espacio de influencia en el Mediterráneo, un conflicto diplomático, económico y, finalmente, militar.

italiaObviamente, en ese período se ha estimulado la animadversión entre los habitantes de las dos islas, mientras crecía a su vez la desilusión de una parte de la población por el encaje de estas dos áreas periféricas en los respectivos conjuntos nacionales. Así los corsistes –tanto si hablaban de autonomía como de independencia– eran para las autoridades francesas simplemente separatistas que deseaban la anexión a Italia, mientras por parte italiana y sarda era latente el temor a que el gobierno cediese Cerdeña al vecino galo, a cambio de una expansión en el noreste de la Península (como ya había pasado en 1859-1860, cuando se cedieron Niza y Saboya a cambio de Lombardía).

La situación degeneró durante la dictadura fascista de Benito Mussolini. Lo hizo tanto, que durante la posguerra en Córcega cualquier tipo de planteamiento autonomista o regionalista era sinónimo de simpatías fascistas e irredentistas. Ello llegó hasta el punto de que cuando empezaron las primeras actuaciones de los militantes nacionalistas más radicales en los años setenta, que decidieron tomar las armas, se decía que estos eran sardos y que actuaban para anexar Córcega. Incluso los grupos paramilitares que conducían una guerra sucia contra los nacionalistas, conocidos como FRANCIA o les barbouzes, repartían propaganda en la cual se acusaba los sardos y el gobierno italiano.

El resultado es que todo eso ha producido en ambos vecinos cierta voluntad mutua de ignorarse  y estos dos pueblos mediterráneos han vivido de espaldas, sobre todo desde que se creó la Italia unificada. El discurso nacional francés e italiano, y en cierto sentido también el corso y el sardo, han hecho que ese archipiélago haya sido invisible tanto para sus habitantes como para muchos observadores externos y, en particular, para los historiadores.

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Las armas de Cerdeña y Córcega testimonian su proximidad.

Las islas han tenido han conocido nacionalismos radicales de signo opuesto -izquierdista y conservador- en el siglo XX. ¿Por qué?

Durante el siglo XIX en ambas islas se han manifestado movimientos centrífugos similares; es decir se manifestaron ciertas reacciones a la modernización y a la construcción del Estado-nación, tal y como se produjo en Cataluña o Euskadi. Pero cuando estos movimientos pasaron a desplegar una política de masas después la Gran Guerra (1914-1918), ya se puede apreciar una diferenciación entre los sardos, con un discurso más social y revolucionario, y los corsos, arraigados en unas posiciones más conservadoras y un discurso más étnico. Esa diversidad se agudiza en los movimientos que, nacidos durante los años setenta del siglo XX, han llegado hasta hoy planteando la independencia de una forma más clara que sus predecesores. Esta diferenciación se puede interpretar como consecuencia de los años del fascismo italiano.

Después la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), tanto por parte de la izquierda francesa como de todas la fuerzas políticas, todo lo que se refería a autonomía regional olía a fascismo y, en el caso especifico corso, a irredentismo italiano. Autonomía o región eran casi sinónimos de fascismo, debido al hecho de que los movimientos que en los años veinte y treinta reclamaban más autonomía local encontraron el apoyo de los fascistas italianos o los nazis alemanes.

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Activistas del FNLC.

Durante los años sesenta y setenta, cuando el movimiento estudiantil era fuerte a Francia, los nacionalistas corsos vieron cómo la izquierda manifestaba solidaridad y simpatía hacia le emancipación de colonias, mientras ellos eran ignorados o directamente acusados de ser de derechas.

No debemos olvidar que la isla cobró un papel destacado en las sublevaciones militares que llevaron al general Charles de Gaulle al poder en 1958 y luego intentaron deponerlo en 1961 motivadas para no perder Argelia. Y cuando finalmente esta colonia logró su independencia, una parte de sus habitantes de origen europeo, junto con muchos árabes pro-franceses, fueron realojados en Córcega, obteniendo tierras recién saneadas donde plantar viñas u olivares.

Este hecho desencadenó un duro enfrentamiento entre pieds-noirs (descendientes de los colonos europeos de Argelia), árabes y corsos, en el cual los últimos interpretaban el apoyo del Estado a los repatriados como un intento de eliminar la etnia corsa, casi un genocidio planificado mediante la migración. Esta situación fue la raíz del nacionalismo armado que floreció a partir de mitad de los setenta y cuyo grupo más conocido ha sido el Frente de Liberación Nacional de Córcega.

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Propaganda de Su Populu Sardu ante la pretendida situación colonial de la isla (ilustración de Su Populu Sardu, número de diciembre 1975-enero de 1976).

¿Y en Cerdeña qué sucedió?

En Cerdeña ocurrió todo lo contrario, ya que los sardistas de los años veinte y treinta, a pesar de que muchos pasaron al fascismo, mantuvieron cierta reputación de opositores. Aunque Emilio Lussu, líder de los autonomistas sardos después el final de la Gran Guerra, llegó al punto de entrar en el partido fascista para “sardizar” este movimiento, al final se convirtió en una pesadilla para Mussolini. Basta decir que fue uno de los pocos en lograr escapar de Lipari, un islote donde el régimen confinaba a todos los opositores.

Los autonomistas sardos, a diferencia de los corsos, formaban parte de las fuerzas políticas consideradas antifascistas y perfectamente aceptadas en el sistema político italiano, siguiendo la pauta de otros partidos italianos dividiéndose en derecha e izquierda.

Mientras los corsos no encajaban en el discurso izquierdista de sus compañeros en las universidades del continente, los sardos sí que lo hacían en Roma, Bolonia y Florencia. De este modo, en la capital italiana se pudo formar un colectivo que reivindicó la independencia de Cerdeña desde una perspectiva marxista, antiimperialista i anticolonialista (Su Populu Sardu). Se hablaba entonces de la isla como si fuese la Cuba del Mediterráneo, expresión impensable en boca de un nacionalista corso de aquellos tiempos.

 

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Manifiesto de los años setenta del siglo XX en el que Su Populu Sardu invita a los emigrantes sardos a la movilización con este lema: «¡Emigrados!: Luchamos para volver, volvemos para luchar!» (imagen de Wikipedia)

Mientras en las manifestaciones de la izquierda italiana era fácil ver una bandera sarda, en las de Francia no sucedía lo mismo con las de Córcega. Eso no quiere decir que los nacionalistas corsos fuesen reaccionarios y los sardos progresistas, sino que en Córcega no ha cuajado un discurso independentista y de izquierda hasta ahora.

Los motivos pueden ser, además de lo expuesto respecto a la dinámica política interna a la isla, el hecho de que no ha existido, más allá de los trabajadores del puerto, un núcleo de obreros, campesinos, pastores o artesanos destacado para que cuaje un mensaje izquierdista. Mientras Córcega no ha tenido un sector industrial, Cerdeña sí. Y esta última, sobre todo, ha vivido una importante etapa de desarrollo de este sector en los años sesenta y setenta. El fracaso de estas políticas económicas explica en buena parte el color político del nacionalismo sardo a finales de los setenta. En definitiva, desde el punto de vista de los costumbres, ambas sociedades tienen su punto conservador.

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